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10 febrero 2020

Milagros del papa Juan Pablo II



Muy cerca del reconocimiento del segundo milagro de Karol Wojtyla será santo dentro de 
poco. El cardenal salesiano Angelo Amato está trabajando en la evaluación de un segundo milagro atribuíble a la intervención de Juan Pablo II. En contra de los escépticos que dentro y fuera de la Curia Romana presionan para que se frene el proceso que invocó el pueblo con furor, el “ministro” de Joseph Ratzinger, encargado de seguir los procesos de canonización y beatificación de toda la iglesia católica, en cambio, pretende acelerar el proceso.

Y declara que está muy cerca el reconocimiento del segundo milagro de Karol Wojtyla, el Papa polaco tan amado en todo el orbe católico. El caso de cura científicamente inexplicable fue puesto «bajo investigación» del ministerio vaticano de las Causas de los Santos. Después de la beatificación del primero de mayo de 2011, para ser canonizado Karol Wojtyla tendría que lograr que la Santa Sede reconociera un segundo milagro.

Una lista muy numerosa de curaciones milagrosas atribuidas a su intervención han pasado bajo la atenta mirada de la Postulación de la causa de canonización de Juan Pablo II.

Una de ellas se considera particularmente relevante e idónea para acercar a Karol Wojtyla a la santidad, después de aquella que permitió que Benedicto XVI lo proclamara beato, es decir la cura de la monja francesa sor Marie Simon-Pierre, que sufría de la misma enfermedad que transformó los últimos años del Pontificado de Wojtyla en un calvario: el parkinson. 

El otro milagro, que sucedió después de la beatificación, será analizado sin prisas y con escrúpulo, aseguran en el Vaticano, en donde se pone en evidencia que todavía sigue siendo motivo de alegría en todos el mundo la decisión de Benedicto XVI de llevar a los altares a Juan Pablo II hace 5 meses. El segundo milagro atribuido a la intervención del Beato Juan Pablo II debe ser reconocido, por parte del Pontífice, la Congregación para las Causas de los Santos. El dossier de los milagros atribuidos a Karol Wojtyla sigue nutriéndose con nuevas indicaciones.

Desde antes de la beatificación, muchos otros milagros han sido considerados en la Santa Sede, como los que tienen que ver con un hombre que se salvó en Cleeveland, Estados Unidos, de una herida muy grave en la cabeza provocada por un arma de fuego; otro caso es el de un niño polaco que tenía paralizadas las piernas y que inexplicablemente volvió a caminar tras haber rezado en la tumba de Juan Pablo II. 

El caso del niño había recibido incluso la aprobación del arzobispo de Kracovia, Stanislao Dzwisz, brazo derecho de Karol Wojtyla en Polonia y en el Vaticano durante cuatro décadas. El cardenal Dziwisz atestiguó que el pequeño, inmovilizado en una silla de ruedas por un tumor en los riñones, volvió «a caminar después de haber visitado la tumba de Juan Pablo II en las Grutas vaticanas». 

Y el purpurado confirmó: «fui testigo de muchas gracias que hizo Juan Pablo II. Sobre todo con enfermos de tumores. El chico polaco tiene 9 años, es de Danzica, no podía caminar porque un cáncer lo atacó a los riñones. Lo llevaron en una silla de ruedas a la tumba de Juan Pablo II. Allí rezó y, cuando salió de la Basílica de San Pedro, dijo a sus padres, sorprendidos: “Yo quiero caminar”. Se levantó y empezó a caminar». Por lo demás, el día de los funerales, miles de personas lo invocaron espontáneamente en italiano «Santo subito» (“Santo inmediatamente”).

Además, en Cleveland, en el estado de Ohio, un chico de 16 años, herido gravemente en la cabeza durante un robo, se salvó y recuperó la salud cuando todos lo consideraban sin esperanzas. El capellán del hospital certificó que la prodigiosa recuperación se debió a un rosario bendito por Juan Pablo II. En enero de 2006 se abrió un sitio para recibir los testimonios de fieles sobre gracias o milagros despu’es de la muerte de Juan Pablo II en el ámbito del proceso de beatificación de Wojtyla.

Al sitio, en 5 lenguas, han llegado miles y miles de mensajes. Para tomar en consideración la candidatura, la Iglesia exige “señales” póstumos a la muerte de una figura en olor de santidad. Así, desde el 13 de mayo, cuando el Papa Benedicto XVI concedió una prórroga a los 5 años después de la muerte de una persona para comenzar el proceso de beatificación, decidieron recoger los testimonios por internet de todas partes del mundo en italiano, polaco, inglés, francés y español.

Juan Pablo II permaneció 26 años en su Pontificado, durante estos años recorrió casi todo el mundo, posó sus manos sobre niños, hombres, mujeres, adultos mayores y bendijo a muchos enfermos. Y Según algunos reportes que se han acumulado, existen más de media docena de milagros que el Papa realizó.

En marzo de 1979, Kay Kelly tenía cáncer, y pudo cumplir el sueño de estar cerca de Su Santidad. El ama de casa que vive en Liverpool pudo saludar al Santo Padre, quien le dio un beso. Kelly asegura que pocos meses más tarde, desapareció el tumor.

Ese mismo año, Juan Pablo II visitó Irlanda durante el mes de septiembre. Bernhard y Mary Mulligan habían tenido una beba con severos problemas renales. El médico que la atendía les había dado la peor noticia: la pequeña de pocos meses corría serios riesgos de muerte. La fe de este matrimonio llevó a que esperaran al Santo Padre entre la multitud y a su paso, elevaron a la beba para que Wojtyla la viera. Su Santidad la acarició y los padres aseguran que sanó y hoy vive una vida normal.

En 1980, Juan Pablo II saludaba a los niños, como era su costumbre. Stefanía Mosca tenía 10 años y sufría de una especie de autismo por el cual no hablaba y solía negarse a recibir alimentos. El Papa le dio un beso a la pequeña, que rápidamente transformó su vida, recuperó la alegría, se contactó con su alrededor y vivió normalmente.

Un terremoto ocurrido en 1980 provocó un accidente que dejó en silla de ruedas a Emilio Ceconni. En 1984, en una visita al Santo Padre, éste posó las manos sobre la cabeza del joven que pocos días más tarde recuperó la movilidad total de sus piernas, y hasta pudo demostrar sus antiguas habilidades en el fútbol.

Ese mismo año, el Papa visitó la isla de Puerto Rico. Allí estaba Lucía, que a los 17 años sufría de ceguera. El Papa posó sus manos, y cuando la joven regresó a la casa, recobró la vista.

El otro caso que conmovió a México, fue el que quedó documentado en las imágenes de TV. En 1990, una de las últimas visitas del Santo Padre a México, José Heron Badillo estaba junto a sus padres esperando el paso del Papa. Su cara demostraba el frágil estado de salud a partir de una leucemia que habían diagnosticado como irreversible. El conmovedor instante grabado por las cámaras de TV, muestra a Juan pablo II posando sus dos manos en las mejillas del chico, mientras la madre lo mantiene abrazado.
Poco tiempo después, los médicos diagnosticaron que su cuerpo ya no tenía nada, que su leucemia había curado. En el 2002, toda la familia viajó a Roma, para pedir una audiencia y agradecer al Santo Padre.

Este último no es tomando como milagro, ya que la iglesia no habla de milagros hasta después de la muerte de una persona.



Por 'milagro' colombiano, Juan Pablo II podría ser santo


Conferencia Episcopal envió al Vaticano caso de un exalcalde del Huila que dice que el Papa lo sanó.
No. Las manos de Marco Fidel Rojas ya no le tiemblan. Mueve sus dedos, como tocando piano, y cuenta que así le saltaban cuando padecía Párkinson. Hoy, sus manos y todo su cuerpo son firmes. Camina perfectamente, sin los tumbos que lo desplomaban a cada rato. Toma un lapicero y escribe su nombre sin problema. Levanta la taza de café con una sola mano.

Está sano. Así lo certifica el prestigioso neurólogo Antonio Schlesinger Piedrahita, en un documento en el que informa que su paciente, desde diciembre del 2005, ya no necesita tratamiento antiparkinsoniano. "Actualmente encuentro al paciente en buenas condiciones de salud. Presenta temblor de reposo en manos. Resto del examen neurológico, normal", dice el certificado, expedido el 26 de septiembre del 2011.

Marco Fidel se declara totalmente sano y asegura que el temblor desapareció por completo (así se ve), como también los desmayos ocasionados por el mismo mal. Todo, asegura, gracias a la intercesión del beato Juan Pablo II a quien se le encomendó en una noche de desespero.

EL TIEMPO conoció que a la Conferencia Episcopal han llegado unos 300 testimonios de supuestas sanaciones milagrosas o favores del papa polaco, fallecido en el 2005 y beatificado en mayo del 2011. De estos, el caso más contundente es el de Marco Fidel, pues cumple con dos grandes requisitos para ser considerado un milagro: el testimonio de fe y el soporte médico que respalda la sanidad de una enfermedad incurable y degenerativa.

Por eso, fue enviado al despacho vaticano encargado de la causa de canonización de Juan Pablo II, donde deben estudiar un nuevo milagro para que sea proclamado santo.

En la beatificación se tuvo en cuenta el relato de la monja francesa Marie Simon-Pierre, quien testifica haber sido sanada de Párkinson gracias al llamado papa viajero.

Y ahora, para la canonización, se requiere de otro milagro con un soporte científico y religioso. Es ahí donde el testimonio de Marco Fidel, un exalcalde huilense de 68 años, entrará a ser estudiado.

Los expertos consideran que tiene muchas posibilidades, pues se trata de una sanación de Párkinson, la misma enfermedad de la religiosa francesa. Y la misma que padeció tanto Juan Pablo II.
Todo empezó el 8 de diciembre del 2005. "Me desperté y sentí como si me hubiera tomado todo el aguardiente del mundo. Todo se movía", recuerda Marco Fidel, nacido en Tarqui (Huila), población de la que fue alcalde en 1990 y donde lo recuerdan por haber llevado la luz eléctrica. También fue alcalde del municipio vecino de San Agustín.

Como pudo, se arrastró hasta el teléfono y llamó a la empresa de emergencias médicas a la que estaba afiliado. El médico que lo atendió -dice su historial clínica- le recetó unos medicamentos elementales para el vértigo y le recomendó reposo. Nada más. Pero una semana después, al ver que empeoraba, fue llevado de urgencias a una clínica.

Lo que tenía era un accidente cerebrovascular que ya completaba ocho días. Solo un hilito de sangre le llegaba al cerebro. Estaba a punto de morir. Poco a poco empezó a recuperarse, pero llegó un diagnóstico demoledor, consecuencia del infarto en el cerebro: Párkinson. 

Juan Pablo II me sanó' Empezó a tomar medicamentos contra este mal, y a sobrellevarlo. La enfermedad se le manifestó con el temblor en las manos, que no le permitía agarrar nada, y que se hacía más intenso con el paso de los días. Pero lo peor, dice, era cuando perdía el equilibrio.

"En cualquier momento me podía desplomar. Varias veces me caí en la calle", evoca y asiente con la cabeza.
Un día, en el centro de Bogotá, se fue de bruces y un taxi casi le pasa por encima. Se levanta el pantalón y muestra unas rodillas llenas de cicatrices por tantos golpes.

Al llegar a casa, se sintió devastado y muy solo. Marco Fidel nunca se casó porque amaba su libertad para viajar por el mundo y conocer museos, su gran pasión.

Fue la noche del 27 de diciembre del 2010 cuando recordó que uno de sus viajes, a Roma, conoció a Juan Pablo II en una misa y que habló con él unos pocos segundos.

"Tengo un amigo en el mas allá. Y tuvo Párkinson. ¿Por que no lo había invocado antes? Venerable padre Juan Pablo II: venga y sáneme, ponga sus manos en mi cabeza", recuerda su oración.
Esa noche, asegura, durmió profundamente. Y al despertarse se sintió efusivo, con los bríos perdidos. Se levantó sin bamboleos, ya no tenía que pegarse a la pared para no caerse. Las manos no temblaban.

"Sí, Juan Pablo II me hizo el milagro de curarme", suelta con devoción. Después de suspender el tratamiento, se convirtió en un fervoroso devoto de Juan Pablo II. Parte de su pensión (se le fueron sus ahorros en los tratamientos particulares que su EPS le negó) se la gasta comprando y distribuyendo postales y estampitas con la imagen del Papa.

"Mi gran promesa con mi sanador, con el beato, es regar la devoción por donde vea que puedo". Ahora, que sabe que tiene el respaldo de la Iglesia y que su caso fue enviado al Vaticano, sueña que su testimonio sea estudiado con detenimiento. Que Juan Pablo II sea proclamado santo gracias a su historia, sería -dice- como volver a nacer.

Sor Marie Simon-Pierre -

En junio de 2001, me diagnosticaron la enfermedad de Parkison.
La enfermedad había afectado a toda la parte izquierda del cuerpo, creándome graves dificultades, pues soy zurda. Después de tres años, a la fase inicial de la enfermedad, lenta pero progresiva, siguió un agravamiento de los síntomas: acentuación de los temblores, rigidez, dolores, insomnio... Desde el 2 de abril de 2005 empecé a empeorar de semana en semana, desmejoraba de día en día, no era capaz de escribir (repito que soy zurda) y si lo intentaba, lo que escribía era ininteligible. Podía conducir sólo en recorridos breves, porque la pierna izquierda se bloqueaba a veces y la rigidez habría impedido el conducir. Para llevar a cabo mi trabajo, en un hospital, empleaba además más tiempo del normal. Estaba agotada.

Después de saber el diagnóstico, me resultaba difícil ver a Juan Pablo II en la televisión. Me sentía, sin embargo, muy cercana a él en la oración y sabía que él podía entender lo que yo vivía. Admiraba también su fuerza y su valor, que mi estimulaban para no rendirme y para amar este sufrimiento, porque sin amor no tenía sentido todo esto. Puedo decir que era una lucha diaria, pero mi único deseo era vivirla con fe y en la adhesión amorosa a la voluntad del Padre.

En Pascua (2005) deseaba ver a nuestro Santo Padre en la televisión porque sabía, en mi interior, que sería la última vez. Me preparé durante toda la mañana a aquel “encuentro” sabiendo que sería muy difícil para mi, pues me haría ver cómo me encontraría yo de ahí a algún año. Me resultaba aún más duro siendo relativamente joven... Un servicio inesperado, sin embargo, me impidió verlo.
En la tarde del 2 de abril, nos reunimos toda la comunidad para participar en la vigilia de oración en la plaza de San Pedro, retransmitida en directo por la televisión francesa de la diócesis de París (KTO)... todas juntas escuchamos el anuncio del fallecimiento de Juan Pablo II; en ese momento, se me cayó el mundo encima, había perdido al amigo que me entendía y que me daba la fuerza para seguir adelante. En los días siguientes, tenía la sensación de un vacío enorme, pero también la certeza de su presencia viva.

El 13 de mayo, festividad de Nuestra Señora de Fátima, el Papa Benedicto XVI anunciaba la dispensa especial para iniciar la Causa de Beatificación de Juan Pablo II. A partir del día siguiente, las hermanas de todas las comunidades francesas y africanas empiezan a pedir mi curación por intercesión de Juan Pablo II. Rezan incesantemente hasta que les llega la noticia de la curación.

En ese período estaba de vacaciones. El 26 de mayo, terminado el tiempo de descanso, vuelvo totalmente agotada por la enfermedad. “Si crees, verás la gloria de Dios”: esta frase del Evangelio de san Juan me acompañaba desde el 14 de mayo.

El 1 de junio ya no podía más, luchaba por mantenerme de pie y caminar. El 2, por la tarde, fui a buscar a mi superiora para pedirle si podía dejar el trabajo. Ella me animó a resistir aún un poco más hasta mi vuelta de Lourdes, en agosto, y añadió: “Juan Pablo II no ha dicho aún su última palabra” (Juan Pablo II estaba seguramente allí, en aquel encuentro que transcurrió sereno y en paz). Después, la madre superiora me dió una pluma y me dijo que escribiera: “Juan Pablo II”. Eran las 5 de la tarde. Con esfuerzo escribí: “Juan Pablo II”. Nos quedamos en silencio ante la letra ilegible... después, la jornada continuó como de costumbre.

Al terminar la oración de la tarde, a las 9 de la noche, pasé por mi despacho antes de ir a mi habitación. Sentía el deseo de coger la pluma y escribir, algo así como si alguien en mi interior me dijese: “Coge la pluma y escribe ”... eran las 9.30-9.45 de la noche. Con gran sorpresa ví que la letra era claramente legible: sin comprender nada, me acosté. Habían pasado exactamente dos meses desde la partida de Juan Pablo II a la Casa del Padre... Me desperté a las 4.30 sorprendida de haber podido dormir y de un salto me levanté de la cama: mi cuerpo ya no estaba insensible, rígido, e interiormente no era la misma. 
 
Después, sentí una llamada interior y el fuerte impulso de ir a rezar ante el Santísimo Sacramento. Bajé al oratorio y recé ante el Santísimo. Experimenté una profunda paz y una sensación de bienestar; una experiencia demasiado grande, un misterio difícil de explicar con palabras. 
 
Después, ante el Santísimo Sacramento, medité sobre los misterios de luz de Juan Pablo II. A las 6 de la mañana, salí para reunirme con las hermanas en la capilla para un rato de oración, al que siguió la celebración eucarística.

Tenía que recorrer cerca de 50 metros y en aquel mismo momento me di cuenta de que, mientras caminaba, mi brazo izquierdo se movía, no permanecía inmóvil junto al cuerpo. Sentía también una ligereza y agilidad física que no sentía desde hacía tiempo.
Durante la celebración eucarística estaba llena de alegría y de paz; era el 3 de junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Al salir de la Santa Misa, estaba segura de mi curación... mi mano no temblaba más. Fui otra vez a escribir y a mediodía dejé de tomar las medicinas.

El 7 de junio, como estaba previsto, fui al neurólogo, mi médico desde hacía cuatro años. También él quedó sorprendido al constatar la desaparación de todos los síntomas de la enfermedad, a pesar de haber interrumpido el tratamiento desde hacía cinco días. El día después, la superiora general confió a todas nuestras comunidades la acción de gracias y toda la congregación comenzó una novena en acción de gracias a Juan Pablo II.
Han pasado ya diez meses desde que interrumpí todo tipo de tratamiento. He vuelto a trabajar normalmente, no tengo dificultad para escribir y conduzo también en recorridos largos. Me parece como si hubiese renacido: una vida nueva, porque nada es igual que antes.
Hoy puedo decir que un amigo ha dejado nuestra tierra, pero está ahora mucho más cerca de mi corazón. Ha hecho crecer en mí el deseo de la adoración al Santísimo Sacramento y el amor a la Eucaristía, que ocupan un puesto prioritario en mi vida cotidiana.
Lo que el Señor me ha concedido por intercesión de Juan Pablo II es un gran misterio difícil de explicar con palabras, algo muy grande y profundo... pero nada hay imposible para Dios.
Sí, “si crees, verás la gloria de Dios”. 


Sor Marie Simon-Pierre


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