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13 noviembre 2012

La muerte de Juan Pablo II, (Misa de exequias)





Antes de la misa de exequias, el cadáver del difunto Pontífice fue depositado en el féretro, que fue sellado en presencia del cardenal Camarlengo, los prefectos de los órdenes cardenalicios, el cardenal Arcipreste de la Basílica Vaticana, el cardenal ex secretario de Estado, el cardenal vicario para la diócesis de Roma, el sustituto de la Secretaría de Estado, el prefecto de la Casa Pontificia, el limosnero del Sumo Pontífice, el vicecamarlengo, los representantes de los canónigos de San Pedro, el secretario del Santo Padre y los familiares del difunto Pontífice. 


MISA DE EXEQUIAS

El maestro de las Celebraciones Litúrgicas dio lectura al «Rogito». Además, el propio maestro y el Secretario del Sumo Pontífice cubrieron el rostro del difunto Pontífice con un velo de seda blanca. Seguidamente, el cardenal Camarlengo asperjó el cadáver con agua bendita. Por último, el mismo maestro colocó en el féretro una bolsa con algunas medallas acuñadas durante el pontificado del difunto Santo Padre junto con un tubo que contenía el Rogito, provisto del sello de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.

La misa de exequias fue concelebrada en la zona más elevada de la Plaza de San Pedro por el eminentísimo señor cardenal Joseph Ratzinger, decano, ante el cadáver del Sumo Pontífice, junto con los eminentísimos señores cardenales. Flanqueaban el altar un número extraordinario de delegaciones de naciones y de organizaciones internacionales, arzobispos y obispos, delegados de las demás Iglesias y Comunidades eclesiales y amigos personales del Sumo Pontífice. Numerosísimos sacerdotes y fieles abarrotaban la amplísima plaza llorando y rezando, al tiempo que otros, debido a la gran afluencia de gente, seguían la ceremonia reunidos en varios puntos de la ciudad con la ayuda de pantallas gigantes expresamente dispuestas para la ocasión. Tras la lectura del Evangelio, el decano del Sacro Colegio pronunció la homilía

(Sigue el texto de la homilía).
Una vez efectuada la súplica especial de las Iglesias orientales, se pronunció el último saludo. Tras ello, los restos morales del Sumo Pontífice fueron trasladados nuevamente al interior de la Basílica Vaticana e inhumados en la Cripta cerca de la tumba de San Pedro y en el mismo lugar donde estuvo enterrado el cuerpo del beato Juan XXIII. El cardenal Eduardo Martínez Somalo, Camarlengo de la Santa Romana Iglesia, dirigió en la Basílica de San Pedro la Tercera Estación ante el sepulcro de Juan Pablo II.

(Sigue la relación de los participantes).
Una vez concluida la inhumación, el notario del Cabildo de la Basílica Vaticana, el reverendísimo monseñor Tommaso Giussani, redactó el acta auténtica de la inhumación y la leyó a los presentes.
[Traducción realizada de la revista «Ecclesia»]


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